Arden las catedrales, arde el frío.
El helor superpuesto a pura llama
es amago de arder de otra manera
distinta a la de otrora, en la antítesis,
en el juego entre el ojo y lo imposible,
que resulta veraz en la plena oxidación
de miles de partículas que la mente
acota a fuego.
Arden las catedrales
del poema. Nerón toca la lira.
De Música para un arjé, Ediciones La Palma, Madrid, 2020.