Sobre un río imaginario

(1982)

VII

Me pasa que de morir en cada sitio

me crecen alas.

Me pasa que vuelvo a ser

en cada nube

el cielo.

Me pasa que asciendo

en la oscuridad destas olas

con vírgenes atrapadas

en un rincón de mis ojos.

XI

El corazón es una iglesia

invadida de cuervos.

El trazado del piso

figura lamentos.

La tiza definitiva se establece

dentro y fuera de los ojos.

El llanto de las estatuas

se cuela por entre las telas

adosadas a los cuerpos.

Los campanarios rebosan

líquidos espesos,

espermas como lágrimas.

Tiemblan los cristales.

El sol descubre cicatrices.

Abajo,

como raíces o túneles,

los lagartos hambrientos

atraviesan las puertas

descuidadamente abiertas.

La puerta final

sólo promete silencios.

En los muros de las cárceles

habitan

lamentos definitivos.