I
pronto llegó el sordo silencio y nadie pudo jamás
localizar la exactitud del llanto
el sonido se iba de entre los dedos
se iba de entre los muslos
se iba,
II
ser nombrados en nuestra mudez más íntima
nos es definitivo,
pienso en la vertiginosa palidez y en los años en que uno
es dueño de nada, pienso en el tamaño y en el peso del silencio,
nunca me detuve a mirar que la vida era justamente yo,
equivoco nombres y fechas, equivoco frases de despedida,
parece que los paisajes fueran inútiles porque no entusiasman a nadie,
agito tantas veces el pañuelo y ni siquiera sé de qué y de quién
me despido, ni siquiera me reconozco en el rostro de lo que se fue,
mucho menos en el rostro de lo que ahora amanece,
III
se conoce que en lo alto está el desastre, ahí los cuerpos
jamás se entrenan para la muerte,
hubo noches en que hablé de las estrellas, el hondo cielo
cantó para mí, cada nota me la tragué sin que lo supieran,
fui lo que era y para no sangrar inventé una fachada metálica,
quedé abierta a una lejanía que me acercó a ninguna parte,
creí que mi corazón era infinito y sobre la mesa coloqué
mis naufragios y la esperanza de llegar a puerto, ante tanta caricia
detenida fui en busca de nuevos escenarios porque ni todo el
cielo ni todas las estrellas bastaban, aprendí a mentir porque las
nubes no eran naves porque las barcas no eran barcos y porque
me quedé sin rosas ni espinas, hice muchos intentos, pero se acercó
el mar, no fue fácil nadar entre las olas ni lo serán los próximos
naufragios,
IV
la certeza es una desesperanza que retumba,
no quiero palomas estranguladas
ni zapatos inútiles
ni cinturones anchos,
ni cosa que huela a humedad,
es el paso final de una pisada
la asfixia aplasta la imaginación
estoy con una muerte muda,
V
octubre de nuevo, la calle,
otra vez la pájara muerte trepa a las azoteas,
en este mudo corazón,
anochece
sorprende mirar con desesperación,
nada ni nadie se atreverían a interrumpir
las consecuencias de tanto paisaje,
amanecer es complicado,
VI
hoy como cualquier noche de lo único que se trata
es lidiar cara a cara con la propia escritura, este acto
tiene la edad de la primera conversación, uno tiene que
alumbrar con la palabra exacta el pasillo, hay que
convocar a ciertos demonios y buscar la frase que antes
de llegar se extravió,
arrancarnos ciertas palabras saber
que toda escritura se reduce a yo,
es difícil contar nuestras tristezas
una se nos escapa siempre,
qué nos importa aquél o aquella
si vivimos acosados por yo,
la trampa es de carne
la celda la soledad
es mí
al borde de lo que no es,
la exactitud
en los cuerpos ajenos
en las gargantas que no son
en los ombligos que no son,
VII
algo se impone justo en esa coordenada en donde lo
que sucede una vez, sucede para siempre,
o acaso lo que existió ya no ocurre
es nada
y no tiene voz
lugar
ni nombre,
acaso los muertos no mueren para siempre,
pido que me visiten
beber vino y jugar al juego de la escritura,
mis dedos apenas recuerdan
que hubo algo
que ocurrió alguien,
me veo un cansancio
me veo mirándome a deshoras,
acaso mañana
yo
habrá de morir para nunca,
aún quedan tardes en los bolsillos
aún las ramas de la noche
se sacuden a la muerte muda,
tengo mis ojos entregados
no hay letra ni frase que puedan leerse
hay cientos de signos
disfrazándose
desdibujándose,
soy la memoria más próxima
de aquello que transgrede
y seduce
aun sabiendo que escribir
es un acto desanclado
donde yo
no existe,
escribo para explicarme,
explicación que decualquier modo,
siempre escapa
VIII
…hubo un temblor y eso bastó para existir mi mundo
adentro un tibio tacto, húmedo,
afuera el corazón del sol,
respirar fue de lo más difícil,
no sé con qué ternura pagarte o pegarte
salir,
fue saber que ya eres otro,
IX
de todos los milagros el más cotidiano fuiste tú,
el más complicado también fuiste tú
me gustó saberte
siempre al alcance de mis dedos
por las tardes tus ojos se abrían anchos
y le dabas vueltas y vueltas a tu corazón
una de esas tardes
te vi, te supe frágil
y mientras tú llorabas con todas tus sonrisas
yo
me senté a reír desconsoladamente,
X
si la muerte no tiene remedio
para qué llorarte para qué
para qué querer que existas
si ya no tienes remedio
y si ya no existes
no comprendo
para qué me dueles
hoy no quiero hablar de tu cuerpo,
ni de tu manos,
ni de tus cabellos,
ni de tus vestidos,
ni de tus flores,
ni de tu elegancia,
ni de lo bonito que eran
tu vientre
y tus senos
quiero hablar de lo único que no se hizo polvo, quiero hablar de ti,
XI
Te admiré por vertiginoso,
tuvieron que pasar ochenta y tres días
y ochenta y tres noches
para que yo te mirara caer,
me he vuelto mayor,
ahora me hago cargo de mis cosas,
y hasta de mi admiración,
ahora te digo, mil veces me enamoré
supe que me hacía mayor,
el día en que me atreví y te dije que de esas mil,
al menos siete te odié,
sé que muchas páginas he querido verte,
sé que te terminaste y que me la he pasado
haciendo trazos de ti,
sé también que sin quedarte te quedarás conmigo,
que te dolí y que me doliste,
sé que te quise ancho, erguido
y que nunca te dejé caer,
tuve que aprender a explicarte en azul,
amarillo y verde,
sábete que te quiero frágil,
que te quiero nardo,
que te quiero todo,
sábete que me alegras y me dueles,
apaciguadamente odiado
y alebrestadamente amado,
sábete hacedor de mi alfabeto
y vientre de todas mis batallas,
sábete que estuviste y estuve,
sábete impuro porque soñé deseo,
sábete victorioso porque fuiste irrevocable,
sábete tierno,
bello,
sábete lo que más te urja, lo que tú más quieras,
pero lo que urge (por si vuelves)
y lo que yo quiero (por si no lo sabes)
es contarte que ya no estoy donde ti,
encontré otro mar
un mar tal vez no con la exactitud de tus olas
ni de tu ternura, ni de tu tempestad,
ni de tu exacta muerte
pero es mi mar
pero es mi exactitud,