PALABRAS A LA FLOR DE RISARALDA
512
post-template-default,single,single-post,postid-512,single-format-standard,bridge-core-2.0.1,vcwb,ajax_fade,page_not_loaded,,vertical_menu_enabled,qode-title-hidden,qode_grid_1300,side_area_uncovered_from_content,qode-content-sidebar-responsive,qode-theme-ver-19.0.1,qode-theme-bridge,qode_header_in_grid,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.5,vc_responsive

PALABRAS A LA FLOR DE RISARALDA

1

Eres, tú, flor, mi bastión de vida en Risaralda.

Café, quemado como tu piel por el sol en forma de disparo.

Bastión. De qué bomba el botón. La música de pasillo.

El corredor carmín. El reguero de tripas de tu ojo, cielo, al mío.

El color asustado de tu piel.

El calor corredizo. Que a uno se le olvida a tiempo.

Voces. De qué bastión. Reuniones. De qué coros. El alambre de oro de que pendemos. El estambre de plata con que jugamos, gatos hambrientos.

Cuando alguien cuenta moneda falsa entre faldas y corsés y polvos no-tan-de-hornear. Y es como muy temprano para despertar entre paquetes chilenos.

2

Me gusta ver cómo te tiemblan los cámbulos cuando ves pasar a un parrillero hombre.

Me contaste entre lágrimas que están prohibidos en Pereira.

Me dijiste que así van los sicarios, de a dos, como centauros bicéfalos en esas motos rojisangre.

Bastión de vida, flor de Risaralda. Te recuerdo botón de sangre. De qué bomba mecanismo de acción. De qué beso perdido milagro.

Pienso que es más fácil pregonar tu desdicha que defenderte, flor de los cafetos desangrados.

3

Me gusta verte temblar, porque es como si la vida se te fuera en los espasmos.

Como si el fundamento del temor (que no es otra cosa que la vida, de lunes a jueves… los viernes lloramos las consecuencias y el fin de semana nos emborrachamos a corazón abierto, al ritmo de los pasillos desaguados)

se cifrara en un un dos tres un dos tres cuatro cinco seis de lágrimas.

4

Me dijiste que lo viste caer al suelo. Que cerraste sus ojos vaciados. Que el brillo filosófico del sol te encegueció cuando levantaste la mirada al cielo, como quien busca a ese dios del que hablan los asilados.

Pero no, no viste a nada ni nadie. Porque el rayo te encegueció. Porque es terrible el ángel del señor, botón de qué artefacto explosivo, de qué dicha desdicha o emoción de cuánta pereza por el prójimo de qué azoramiento al ver pasar esas motos esos centauros.

5

Yo te amé. Yo te amé a vos, flor desangrada.

En el camino de Pereira para acá. En las noches reposadas del trópico en las noches del temor del aullido de los tristes tigres de los trigales azules del trópico y al auxilio de los mangles ni los dioses de ébano ni los señores encielados ni los asilados bemoles del pasillo…

6

No me digas luna mi amor de flor no me digas sol mi flor de amor no me pienses en cafetos ni me digas que las trochas no me esperes esta noche risaraldense no me esperes hasta la mañana del eje, el mañana que se guarda en ti botón de qué pensamiento ni de qué explosión de talvez dios…

«Que es la confianza trémula de nuestro país», me dices, enjugando las lágrimas de tu ojo afiebrado.

Más del Autor