TODAS LAS MUERTES DE JOSÉ HUENUPI
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TODAS LAS MUERTES DE JOSÉ HUENUPI

La historia me fue referida por Viviana mi amiga de tertulia, café y madrugada. Ella fue testigo presencial del hecho, vivió por esa época en Manchester. En rigor, me fue contada hace largos años, pero agazapada en algún rincón de la memoria, fue madurando, creciendo y reclamando espacio hasta llegar a ustedes.
El maestro José Huenupi fue siempre un mecánico destacado, viniendo desde el sur del país, (Nueva Imperial) se instaló en Valparaíso a trabajar de manera pujante en su rubro. A poco andar, sobresalió entre sus pares, y sin tardar se independizó del Taller donde trabajaba de manera asalariada. Abrió su propia Mecánica Automotriz en un local propio, chiquito pero propio.
Rápidamente su clientela lo siguió fielmente hasta no dar abasto en su Taller. Su mujer, Fresia (también de Nueva Imperial) le sugirió arrendar un local más amplio y contratar ayudantes porque él solo no cubría toda la demanda. No en vano había dos hijos pequeños que alimentar. Nahuel de siete años y Elicura de cinco años completaban los desvelos del maestro José.
Todo marchaba de manera ascendente y el “futuro esplendor” del himno nacional estaba al alcance de la mano. Pero, el huracán político producido por el golpe civil- militar del año setenta y tres, también alcanzó al maestro Huenupi. Una militancia antigua en el Partido Socialista lo registró en las listas negras. Detenido y torturado, fue incluído en el grupo de exiliados políticos y luego de tormentosos días con sus noches incluídas, el maestro José Huenupi salió a través de la Embajada de Inglaterra con destino a las desconocidas como gélidas tierras del Reino Unido.
Una vez en tierras británicas, fue ubicado por el Comité de Refugiados chilenos en la ciudad de Manchester para una rápida inserción en su nueva vida. Para varios como el Maestro Huenupi, se sumaba la barrera del idioma, pero el apoyo y protección del grupo facilitó prácticamente todo en el período inicial, lo que estimuló al maestro a poner lo mejor de su tesón al servicio de la causa. Las causas sería lo correcto. Por un lado el apoyo a la resistencia contra la dictadura en Chile, pero su causa principal consistía en traer su familia desde la tierra natal.
Con esfuerzo y ahorros compró los pasajes para su grupo familiar, que voló rápidamente a su lado para dar normalidad poco a poco a esta familia en tierras británicas. El trabajo intenso le ayudaba a solventar cada vez mejor su economía, en la misma medida en que el idioma adoptivo le iba resultando cada vez más cercano. El taller se destacó desde el comienzo, por su esfuerzo permanente, por su puntualidad, por su disposición. Trabajaba los fines de semana si era necesario. Se repetía el proceso anterior de Valparaíso y el maestro Huenupi lo entendió pronto. Trabajaba gran número de horas extras, pagó un curso intensivo de inglés y fue diseñando poco a poco su nueva independencia.
Junto a su mujer y sus hijos recuperó su centro de gravedad y el traumatismo del golpe, seguía siendo una herida sangrante, pero un tanto anestesiada. Un nuevo ciclo toma forma de afianzamiento, con matrículas en buenos colegios, arriendo de una casa cómoda e independiente con un vehículo que les permitía recorre los diferentes paisajes londinenses. La familia Huenupi tenía una participación destacada en el comité de apoyo y resistencia. Activos en la generación de fondos, en la fiestas patrias y con fuertes vínculos entre la gente del comité que desarrollaba un sentimiento común al tener todos prohibido el regreso a Chile.
Se integraron además a varias cosas de la vida inglesa de Manchester. Acudían con todos los atuendos propios del futbol bufandas y camisetas rojas, para alentar al Manchester United. También participaban entusiastas de los festivales de música en apoyo del pueblo chileno con grandes músicos que estaban en Europa al momento del golpe o habían salido abruptamente del país.
La Mecánica Automotriz “Valparaíso” del maestro Joseph Huenupi instalada en el barrio mecánico de Manchester, creció sin contrapeso de manera rápida y segura. Ello se reflejaba fielmente en los miembros de la familia. Una vez terminada la Escuela Básica, los hijos Huenupi fueron matriculados en un colegio de elite siendo sus compañeros los hijos de ministros, embajadores y miembros destacados de la sociedad inglesa. Hacía tiempo que ya no arrendaban. Habían comprado una casa a la altura de sus posibilidades. Es decir una gran casa. El Comité de Solidaridad con Chile recibía el aporte mayor, siempre de la familia Huenupi. Al Manchester United, lo seguían ya no solo en casa sino que lo acompañaban por toda Europa en la competencias de las diferentes Copas de Futbol. Toda en desarrollo creciente, con un maestro Joseph que siempre encontraba las formas de mejorar. Su estrecha relación con un par de ingenieros en el rubro automotriz lo estimuló para generar un dispositivo especial que a través de una variante en el carburador, el vehículo podía ahorrar combustible en un porcentaje superior al cincuenta por ciento.
Joseph Huenupi fue catapultado en su prestigio (y en su dinero), pero lo importante fue su salida al resto de las plazas europeas. Viajó a Barcelona, Paris, Fráncfort, Lisboa, Praga, Milán ect,ect con ventas de sus productos (ya patentados) de una manera sorprendente. Ante la exigencia de esta red comercial, hubo de instalar sucursales en los lugares de mayor requerimiento lo que llevó a Joseph a estar a la cabeza de una empresa automotriz con sede ahora en Londres en una oficina de vidrio en un decimoquinto piso de un edificio de finanzas con un equipo de secretarias en contacto con las filiales europeas.
Digamos aquí que Joseph Huenupi entendió siempre el trabajo en equipo y así como se asesoró de sus amigos ingenieros mecánicos, lo hizo además con expertos en economía y comercio exterior, se familiarizó con las políticas aduaneras, estudió marketing, el comportamiento del mercado europeo y mundial. Fue riguroso en el pago de impuestos, sueldos y deberes tributarios. Para no cometer errores contrató un equipo jurídico que hacía un seguimiento de los pasos de la empresa. Como es de suponer, su persona también fue alcanzada por esta bonanza y sus ternos de paño escoces reemplazaron a su antigua indumentaria de jeans y poleras engrasadas en el taller. Con su colección de corbatas dignas de un Brat Pitts, ahora solo dirigía. La cajita metálica que contenía finísimos habanos, legítimos de Cuba mostraba que los cigarrillos también habían sido desplazados para sus momentos de reflexión.
Es altamente probable que usted en el conocimiento de esta historia, tenga serias reservas de estos ascensos al cielo por una escalerita de sogas. Yo también, pero lo más dramático de todo es que Joseph Huenupi también los tenía.
Veamos qué dice la vida.
En sus frecuentes reuniones con el equipo jurídico, Joseph se relacionaba con la jefa de ese equipo. Ellen Hunt, experta abogada en legislación tributaria y comercio exterior apoyó desde el comienzo a Joseph, resaltando siempre la inteligencia e iniciativa de su jefe. Se hicieron grandes amigos y confiaban mutuamente el uno en el otro. Joseph recibía diariamente las radiantes sonrisas de Ellen y él comenzó a esperar con nerviosismo la próxima reunión con su abogada.
De cualquier forma, el maestro Huenupi, perdón el ex maestro Huenupi actual Joseph Huenupi Gerente General de Automotora Manchester, se dio clara cuenta de lo que estaba ocurriendo en su corazón, pero él no buscaría asesoría en lo afectivo. Eso no, solo solucionaría su problema. Regalos de alto costo en el cumpleaños de Ellen, arreglos florales con cualquier pretexto llegaban al escritorio de su abogada con una tarjeta firmada por el gerente Huenupi. Las reuniones de las filiales del exterior, los tenían a ambos para el tratamiento de los temas de la empresa. Recorrieron juntos toda Europa en una forma de conocer el amor largamente proyectado por ambos.
Ellen despidió a un joven novio que tenía pretensiones de altar y Joseph vivió el terremoto afectivo de su hogar con sorprendente tranquilidad. Informó a Fresia que se había enamorado de su abogada, “hace tiempo que lo sé y ya no me quedan lágrimas” dijo su esposa. “ Estoy dispuesto a una negociación favorable para todos, incluidos los hijos”. “ La mitad de todo” dijo Fresia y José estuvo de acuerdo. Allí quedó todo.
Como abogada diligente, Ellen arregló todo para el divorcio y legalmente se hizo la partición de bienes. Para la gente chilena el marco “legal” es la máxima aspiración que puede tener cualquier acción de la vida. Luego privadamente, en una ceremonia sin ningún ruido, Ellen y Joseph se casaron ante testigos amigos de la propia empresa.
La vida del nuevo matrimonio tomó el rumbo del trabajo constante. Ellen fue poco apoco tomando mayores responsabilidades que contaban con el apoyo incondicional de Joseph y que la ponían en la conducción de la empresa. De alguna manera se repartían el trabajo. José recorría las sucursales europeas y su nueva esposa asumía la gerencia de Londres. Muy orgulloso hablaba Joseph de la gran capacidad de trabajo de Ellen.
Así, todo marchaba a pedir de boca para todos, con excepción de aquellos aguijonazos que con cierta frecuencia se clavaban en el pecho de José cuando pensaba en Nahuel y Elicura. “¿Cómo estarán los hijos?” se preguntaba sabiendo que eran ya adolescentes de diecinueve y diecisiete años, con su negativa permanente a cualquier tipo de contacto con su padre.- Ello fue abriendo lentamente una brecha en la relación de Joseph y Ellen. El pidió explícitamente un hijo, que estaba demorando mucho en llegar. Ella esgrimió una serie de argumentos pero el más sólido fue el ritmo creciente de trabajo actual, por lo que el tema quedó zanjado hasta nuevo aviso. Joseph seguía insistiendo en un hijo. El mismo número de veces que lo pidió encontró un muro en Ellen. La situación se complicaba porque era motivo de conflicto permanente. Un día Ellen propuso una idea que podía solucionar el problema: adoptar un niño.
Ante la exigencia de Joseph por tener un hijo propio con ella, Ellen argumentaba que sí vendrían muchos hijos, más adelante, cuando la empresa no exigiera tanto de su tiempo y sus fuerzas como hoy. Poco a poco Joseph se fue ablandando y terminó por aceptar. Ellen se encargó (recuerde que es una abogada diligente) del proceso y en un tiempo corto arribó al hogar una niña hermosa, silenciosa, gran observadora, de ojos profundos y asustados. Sus cinco años la envolvían de una ternura adicional. Su origen hindú y su nombre Mandira.
Una vez superada la sorpresa inicial, a Joseph le gustó el nuevo desafío y entregó lo mejor de sí. Bajó su ritmo de trabajo y dedicó su tiempo a esta nueva hija. La llevaba a todas las actividades infantiles posibles como circos, carruseles, zoológicos, parques de entretenciones y juegos. Equipó una pieza para su niña con todos los adornos y juguetes que su dinero podía comprar, la matriculó en el mejor kindergarten y le brindó lo mejor de su amor.
Mandira se aferró a Joseph de la manera que los niños lo hacen de cara al afecto y establecieron un vínculo sólido y recíproco. De su madre solo sabía que estaba ocupada en viajes y reuniones importantes. La veía poco y cuando ello ocurría, estaba siempre cansada.
La vida hubiese seguido por siempre en este nuevo equilibrio, pero existen imponderables, los conflictos y sus resoluciones.
Un día cualquiera Joseph acudió a su oficina central de Londres. Le impidieron hablar con Ellen porque se encontraba en una reunión importante de gerencia. Joseph recibió un mazazo que le nubló la vista y le enfrío el corazón. ¿Desde cuándo se hacía reunión de gerencia sin él? ¿Sin el gerente general? Trató de hablar a viva fuerza con su esposa Ellen. Le insistieron que debía esperar.
Luego de un tiempo largo, que exacerbó su indignación, la propia Ellen lo hizo pasar a su antigua oficina de jefe ya desocupada. Ya no estaba la foto de sus hijos en el escritorio, tampoco la foto del presidente Allende ni de la Violeta en las paredes, sus banderines de Wanderers de Valparaíso. Ni siquiera la serie de fotos con Ellen en su recorrido por Europa. Nada, nada, todo había desaparecido. Se había instalado literalmente “un nuevo orden”.
Joseph respiraba profundo y se contenía por no arrasar todo con sus propias manos. Ellen muy pausadamente le explicó que desde hacía unas semanas Joseph Huenupi había dejado de ser el propietario de Automotriz y Exportadora Manchester y que todo cuanto existía le pertenecía a ella, jurídicamente había tomado posesión de todo. Entre tanto papel firmado, el propio Joseph había aceptado el traspaso de manera incondicional.
Algunos empleados protegieron a la nueva jefa de los embates tan furiosos como inútiles de Joseph. Lo sacaron luego a la calle y le explicaron que no debía acercarse a Ellen como a las oficinas de la empresa. Tenían recurso de amparo y protección policial. Joseph incrédulo de cuanto ocurría, buscó rápidamente ayuda en amigos chilenos y un abogado le ofreció ayuda en el juicio próximo. Buscó a su antigua familia, ello le acarreó mayores dolores aún. Su ex esposa Fresia se negó a todo contacto y los hijos no solo impidieron cualquier forma de diálogo con el padre, también habían borrado la última huella que los unía a él. Habían cambiado su apellido paterno.
Entonces comprendió José Huenupi la dimensión de su tragedia. Estaba completamente solo y en la calle.
El juicio que pudo librar su amigo abogado duró poco y el fallo por unanimidad fue favorable a Ellen Hunt. El detalle de los entretelones y argumentos legales quedarán para otra oportunidad.
Juntando préstamos entre amigos que aún lo escuchaban, compró pasajes para Valparaíso.
Por estos días es posible verlo por la avenida Pedro Montt, con gafas por su incipiente ceguera, llevando un carro de maní ayudado por su Mandira transformada en una hermosa como taciturna adolescente de ojos profundos.

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