RAREZAS DEL TIEMPO Y DE LA LUZ
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RAREZAS DEL TIEMPO Y DE LA LUZ

Jaime Ceballos

Año: 2019

Editorial: Navaja corte & confección, Iquique.

Páginas: 76

Tres son las líneas que marcan el itinerario del libro del poeta Jaime Ceballos: La poesía, el erotismo y la infancia.

Este poeta oriundo de la hermosa ciudad de Iquique, nos obliga a sumergirnos en sus palabras. Primero que todo, la poesía. Pareciera que la poesía lo defrauda “No hay escritura feliz”. O más bien es una fatalidad: “Las palabras ya no dicen nada”. Sin embargo, asoma un deber ser del poeta: “Es necesario reventarlas contra el piso / y hacerlas hablar desde el abismo”. Pero para lograr un sentido, el poeta ha de trabajar arduamente borrando más que escribiendo: “Hay que aprender a borrar / hay que dedicarse a borrar”. Es decir, para poder encontrarse en las palabras así mismo y para lograr expresar con “Las palabras”, las cuales “son / la oveja negra de la familia”, debe tener claro que se encuentra en la intemperie, lejos de la casa del ser. Y en esta intemperie se acompaña o se encuentra o visita a sus queridos y muy amados poetas: Lorca, Miguel Hernández, Nicanor Parra, Roque Dalton, pero sobre todos, César Vallejo. De cada uno de ellos el poeta ha sacado un aprendizaje que tú, lector, deberás descubrir. De esta forma, Ceballos entiende que su ser poético lo hermana con Roque Dalton.

El otro aspecto que visualizamos también en la poesía de Ceballos presente en este libro es el erotismo en la segunda parte: Pavesas de su cuerpo. Y retoma la idea de la primera parte, la poesía como una suerte de desengaño: ¿Para qué nos fue dado el verbo / para qué esta sed que nos ahoga?”.  Bien, pero con estas palabras, estas ovejas negras, él dará cuenta del sentimiento del abandono del ser amado. En primera instancia el poeta se muestra uno con su amada porque “Este año que comienza / voy a dedicarme a tu pollera de viento”.  Luego comienza la búsqueda: “Por las noches busco tu rostro”, porque ella, la amada, se presenta como la salvadora del ser amado que se encuentra en una profunda angustia: “Alúmbrame este pozo de sombras / y suéltame por fin tus abejas bulliciosas”.  Pero lo que la amada le provoca es más bien un fuerte erotismo: “cada silencio tuyo se hace carne / y hierve la tinta de mi sangre” y “Qué hermosa muerte me regalas / cuando besas mi dedo señorial”. Y luego del amor físico, el amante disfruta observando el cuerpo de la amada “ Heme aquí / abrazado a tu lúbrico silencio / al círculo vicioso de tu caparazón”, para terminar sintiendo a la amada como un ser indolente, que lo ha abandonado y él desea que retorne, pero ella es “peligrosa”, sin embargo, daría todo por “la dádiva que deja caer de su boca”.

En la tercera parte de este libro, creemos que el tema eje es la infancia: “Las rarezas del tiempo y de la luz”. El poeta desea profundamente que no pase el tiempo “Pensando que tal vez mañana / estas estrellas cambien su rutina / yo me quedo en el asombro de la luz”, porque esa luz es “Una casa de piedra”, donde “Yo voy cuando las horas vuelven / y en una esquina del tiempo, percibo / el duende de mi infancia trajinándome los días”. Hay, en estos versos, una entrañable nostalgia por la casa, donde transcurrió la infancia, esa eternidad.

Eugenio Dávalos Pomareda