MUNDILLO POÉTICO
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MUNDILLO POÉTICO

Betty Fernández

Somos poetas, cayendo en la fractura que hemos forjado nosotros mismos. Entes propios de una capacidad libre de explayar sensaciones, sentimientos y reescribir la vida. Somos el Bando. En pie, con las letras escupiendo de nuestras lenguas, nadamos en un mar repleto de pesos pesados, peces gordos o vacas sagradas. Y allí empieza la pesadilla, que no va ligada intrínsecamente a la escritura. Los mundillos del poeta. He visto naufragar en ellos a nuevas Gabrielas, Nerudas, Parras, etc., o peor aún, a incipientes poetas exploradores de una nueva poesía. Muchos no sobrevivieron y abandonaron las letras. “El poeta es un pequeño Dios” señaló Huidobro en su Arte poética. Generaciones de poetas lo han internalizado y pastan el Olimpo de los Dioses. La alcurnia, la saborean con un ego arrollador, que genera disputas, competencias, rivalidades. La unidad entre poetas no existe. Fragmentados, transitan distintos caminos. Para aquel novato talentoso, que ingresa al mundillo de poetas, todo se transforma en una amalgama. El neófito va conociendo a sus pares, comprendiendo que siempre habrá mejores o peores que él. Peores no quiere decir malos poetas, sino que circulan la poesía desde hace poco o les falta pulirse. Pero para hacer valer las letras, promocionarlas, hay que subirse al barco y ahí empiezan las dificultades. Comienza el recorrido y conoces a tantos poetas, aprendes a quererlos, admirarlos, quieres compartir, retroalimentarte de todos ellos. Y allí radica el problema. No se puede. Existen grupos de poetas, cada quien tiene su séquito y entre grupos se odian a muerte. El novato escucha de sus pares frases como: “Por qué te juntas con ellos” y te van cerrando puertas, pues en el mundillo de los poetas no es posible que los quieras a todos, o que quieras compartir y aprender de todos ellos. Hay muchos poetas, que no resisten tal presión, no soportan ver como entre egos se masacran unos a otros y prefieren abandonar. Se reducen a escribir desde el silencio, alejados de los tabloides poéticos. Perdidos en un limbo, el Triángulo de las Bermudas que oculta a los que sólo querían escribir poesía, jugar el papel de alzar la voz, construir belleza, denuncia y hacer de las letras un cuchillo capaz de cortar el aliento. Hay tanto poeta merodeando, ajeno a los tabloides, esperando unidad entre pares. Al fin y al cabo lo importante son los mensajes enviados al universo a través de la poesía y no el poeta. El poeta es hombre o mujer de carne y hueso. La poesía, el poema, es el Dios que cambia el mundo y genera una multiplicidad de interpretaciones en el lector.
Se ha perdido el origen, la esencia de la poesía. Hay que empezar a derribar los mundillos poéticos y comprender que todos pertenecemos a un mismo Bando y tenemos la responsabilidad y el deber de alzar las letras al universo y empezar a transitar por nuevos horizontes y que tenemos el derecho de ir por cada grupo poético sin que nos juzguen, tenemos el derecho de admirar, querer a los poetas que decidamos y detener la catalogación por séquito de poeta mayor. Estos grupos solo tejen hebras de oscuridad y anulan a quienes no le siguen. Están contemplados por grandes poetas, pero creo que se han dejado arrastrar por rivalidades obtusas. Por mi parte, los quiero a todos, admiro a muchos, quisiera compartir con todos, aprender de todos, pero es tal la división, que resulta mejor hacerse a un lado y vivir la poesía y no absorber las rencillas, ni enmarcarse en un grupo. Solo importa la poesía.
Ella es el alma de la fiesta.